¿Es el microplástico un nuevo contaminante atmosférico?
Vivimos en la era del plástico. Y por eso es lógico
que haya plástico en todos lados. En la tierra, en el agua, y
aunque no se pueda creer, también se lo encuentra en el aire. De
acuerdo a las estadísticas de ONU, el mundo produce aproximadamente 300 millones de toneladas (40
kilos por persona) de residuos plásticos cada año y actualmente solo el
14% se recolecta para su reciclaje.
Una
de las consecuencias más peligrosas de esta realidad plástica que nos devora
son los microplásticos,
pequeñas piezas de plástico de menos de 5 mm de diámetro que
contaminan el medioambiente y generan un potencial daño a la salud de los
animales y humanos.
Los microplásticos provienen de
una gran variedad de productos, como los cosméticos, la ropa, productos de
pesca, bolsas y desechos plásticos de uso cotidiano o industrial, entre otras
muchas fuentes. Los
microplásticos son pequeñas partículas de plástico que se forman por el desgaste de
piezas de mayor tamaño, con la característica de ser
prácticamente indestructibles desde el punto de vista molecular.
A diferencia de otros
materiales que pueden biodegradarse, este tiende a dividirse en partículas de menor y menor tamaño hasta tamaños
inferiores al micrón (milésima parte del milímetro). La
superficie del microplástico actúa de forma similar a una esponja que absorbe
toxinas, incluyendo toxinas del medio ambiente como los bifenilos policlorados
(PCB) y gérmenes causantes de enfermedades.
Un reciente estudio científico
titulado “Atmospheric transport and deposition of microplastics in a remote
mountain catchment”, publicado por la revista especializada Nature
Geoscience, describió cómo por tamaño diminuto los microplásticos se incorporaron al polvo que
se encuentra disperso en el aire de la atmósfera.
Sus
autores explican cómo los microplásticos pueden viajar a través de la atmósfera y terminar en regiones muy alejadas de su
fuente de emisión original. Usando simulaciones atmosféricas,
demostraron que estos pueden viajar a través de la atmósfera desde distancias
de al menos 100 kilómetros.
Inclusive se encontraron cantidades superiores
a las 360 partículas por metro cuadrado en la región de los Pirineos (cordillera situada
entre España y Francia), al igual que en las Montañas
Rocallosas (Rocky Mountains). Como resultado de esto, se desprende la
hipótesis de si los microplásticos encontrados en la Antártida pudieron llegar a
través del océano o por vía aérea.
El microplástico es un nuevo contaminante
atmosférico. Se recolectaron
microplásticos durante un período de cinco meses en una estación meteorológica
a unos 1.400 metros sobre el nivel del mar utilizando captadores de deposición
atmosférica. Contaron y analizaron los fragmentos de plástico, fibras
y películas en el fondo de los colectores que tenían menos de 300 micras de
tamaño. Para tener una noción de ese tamaño, el cabello humano promedia entre
50 y 70 micras de diámetro. Y la partícula más pequeña que puede ver un ojo
humano es de aproximadamente 40 micras.
Más
del 50 por ciento de los microplásticos encontrados en la estación eran
fragmentos de menos de 25 micras de tamaño.
Si uno sale a la calle con una
luz ultravioleta y la ajusta a una longitud de onda de 400 nanómetros, verá
todo tipo de partículas de plástico en la fluorescencia del aire.
En
términos prácticos un simple envase descartable puede desintegrarse en miles de partículas y
formar parte del polvo de nuestra atmósfera, respirarlas o mezclarse con la
lluvia y acabar en nuestra mesa en el agua que consumimos. La aparición de
microplásticos en el agua de lluvia pone en jaque al ciclo natural del agua en
cuanto a su pureza.
En
la medida que crezca la cantidad de estas partículas en suspensión, mayor será
la concentración en el agua de lluvia y los encontraremos más frecuentemente.
Un estudio en el cual se han analizado 259 botellas de agua embotellada de 11
marcas distintas en 9 países diferentes ha detectado un promedio de 325 partículas de
plástico por cada litro de agua embotellada analizada. Se
estima que el 90% del agua embotellada contiene microplásticos, es lógico
pensar que necesitaremos nuevos procesos de purificación para prevenir esta
problemática.
Según la Organización Mundial
de la Salud, los microplásticos se clasifican en dos grandes elementos:
1-Microplásticos primarios: son fabricados
específicamente para ser utilizados en productos limpiadores faciales y
cosméticos. En algunos casos, han sido utilizados en la medicina o
farmacología.
2-Microplásticos secundarios: derivan
del proceso de deterioro de desechos plásticos más grandes, como las partes de
plástico macroscópicas que conforman la isla de basura del Pacífico.
Organizaciones
como la ONU y la Unesco son determinantes con su pronóstico: si no se toman
medidas para eliminar los microplásticos de los productos de higiene, y si los
países no regulan el uso de este material, en 2050 en los océanos habrá más
plásticos que peces y el 99% de las aves marinas habrán ingerido sustancias
peligrosas.
Cada vez más plástico
Según
el último informe publicado en junio de National Geographic, hoy tenemos que lidiar con 8.300
millones de toneladas de este plástico fabricado desde los años 50. De
ellas, más de 6.300 millones se han convertido en residuos. Y de esos residuos,
5.700 millones de toneladas no han pasado nunca por un contenedor de reciclaje,
una cifra que dejó atónitos a los científicos que la calcularon en 2017.
La
producción mundial plástica ha registrado un aumento exponencial –de 2,1
millones de toneladas en 1950 pasó a 147 millones en 1993 y a 407 millones en
2015–. Para dimensionar este crecimiento exponencial basta sólo un ejemplo: las
botellas de plástico. Cada minuto se compran en el mundo 1 millón de
botellas plásticas. Equivalen a 20.000 por segundo.
En 2016, según la encuestadora Euromonitor, se vendieron 480.000 millones de
botellas, de las cuales 110.000 las fabricó la empresa de gaseosas más famosa
del mundo. Sólo el 7% de éstas se convierte en nuevas botellas.
“Cada
año se lanzan al mar, ríos y lagunas ocho millones de toneladas de plásticos
que al degradarse se convierten en micropartículas. La acción del agua, los
microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a
pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la
milésima parte de un milímetro). Al ser casi indestructible, ya que no se
biodegrada o descompone, cada vez se transforma en partículas más pequeñas,
pero nunca llega a desaparecer. A este ritmo, en el año 2050 habrá mayor
volumen de plástico que de peces en el mar, según la Fundación Ellen MacArthur”.
Peligro para la salud
Debido
a que no se biodegradan y solo se desintegran en partes más pequeñas, los microplásticos terminan
siendo absorbidos o ingeridos por muchos organismos, incluidos
los humanos, alojándose en sus cuerpos o tejidos. En animales, es lógico que
luego sobrevenga la muerte por intoxicación, al no poder diferenciar si es su
alimento o no.
Un
estudio reciente presentado en un congreso de gastroenterología celebrado en
Viena, Austria, en noviembre del 2018, mostró que las heces de personas de países
tan distantes y distintos como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón contenían
partículas de una decena de plásticos diferentes.
De
los diez plásticos buscados, encontraron nueve de ellos. Los más comunes fueron
el propileno, básico en los envases de leches y jugos, y el
polietilentereftalato (PET), del que están hechas la mayoría de las botellas de
plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras.
Y, en promedio, los investigadores encontraron 20 microplásticos por cada 10
gramos de materia fecal.
Si bien se puede podemos contrarrestar
el efecto que provocan los microplásticos en el medio ambiente, no se logrará
reemplazar estos materiales en el corto plazo tan fácilmente. El mayor problema
que encontramos es que las plantas de agua potable convencionales con las que
hoy cuentan la mayoría de los países, ya sea de sedimentación o bien los
filtros de gravedad (grandes piletas que generalmente vemos a la entrada a las
ciudades), dejan pasar una gran parte de este tipo de contaminantes que hoy
podemos encontrarlos en nuestras aguas, entre otros contaminantes emergentes
como antibióticos, hormonas y viagra, por solo mencionar algunos".
Actualmente,
existen tecnologías de potabilización como la ultrafiltración, que pueden
retener partículas del tamaño del micrón (hasta 0,01 micrones), incluso
coagular y remover arsénico, un gran problema en nuestro país y en todo el
mundo. Ya estamos atravesando la crisis del plástico, tenemos herramientas y
tecnología para neutralizar su efecto e impedir que siga avanzando, pero es un
compromiso que debemos asumir todos con conciencia y conocimiento.
Más plástico, también menos oxígeno
Si el hecho de estar respirando plástico podría no resultar
suficientemente dramático, a esto debemos de añadir otra mala noticia. En esta
ocasión la información llega a través del equipo de la doctora Sasha Tetu, de la Universidad Macquarie, el cual a
mediados del mes de mayo daba a conocer en la revista Communications Biology los
resultados de su estudio titulado: Plastic
leachates impair growth and oxygen production in Prochlorococcus, the ocean’s
most abundant photosynthetic bacteria.
El 10% del oxígeno que respiramos proviene
de un género de bacteria llamada Prochlorococcus que
habita en el océano. Y ahora las pruebas de laboratorio de Tetu han demostrado que estas
bacterias son susceptibles a la contaminación plástica. "Encontramos
que la exposición a sustancias químicas filtradas por la contaminación plástica
interfirió con el crecimiento, la fotosíntesis y la producción de oxígeno de
Prochlorococcus, la bacteria fotosintética más abundante del océano"
explica la investigadora. Ahora nos gustaría explorar si la contaminación
plástica está teniendo el mismo impacto sobre estos microbios en el
océano"
Se
estima que la contaminación plástica causa pérdidas anuales por un valor de más de 13.000 millones de dólares en
daños económicos en los ecosistemas marinos, y el problema solo
hace que empeorar, ya que se estima que el peso del plástico en los océanos
superará al de los peces para el año 2050.
Material tomado de