jueves, 3 de octubre de 2019

¿Qué se entiende como percepción del riesgo?


¿Qué se entiende como percepción del riesgo?

La percepción es un proceso abiertamente cognitivo, de carácter espontáneo e inmediato, que permite realizar estimaciones o juicios más o menos básicos, acerca de situaciones, personas u objetos, en función de la información que inicialmente selecciona y posteriormente procesa la persona.

Sin embargo, pueden aparecer factores de diversa índole que alteren la percepción de una situación, provocando que las inferencias perceptivas de unas personas difícilmente coincidan con las de otras, es decir, las situaciones suelen ser del color del cristal que configuran sus creencias, sus estereotipos, sus actitudes, sus motivaciones, etc. Por tanto, a la hora de hablar de actividades de riesgo es inevitable tomar a las personas como seres básicamente cognitivos que buscan y procesan racionalmente la información, por ello, no es de extrañar que las posibles explicaciones a las conductas de riesgo pongan el énfasis en los mecanismos cognitivos que caracterizan a las personas.

En este ámbito, la psicología social ha tenido un especial interés en el desarrollo de investigaciones que permitan establecer las posibles consecuencias que sobre la salud tienen ciertas prácticas de riesgo, además de indagar los motivos para hacer algo peligroso al sentir una atracción difícil de controlar o el hecho de que seamos excesivamente optimistas en relación a determinados acontecimientos ignorando su riesgo.

Este optimismo exagerado y obcecado en relación a eventos negativos se denomina ilusión de invulnerabilidad, y el sesgo perceptivo positivo que realiza el individuo respecto a sí mismo y su entorno social se conoce como optimismo ilusorio. Ésta es una cuestión interesante, ya que difícilmente un trabajador tomará medidas preventivas por motu propio si no se percibe como sujeto vulnerable.

Podemos definir percepción del riesgo como la habilidad de detectar, identificar y reaccionar ante una situación de potencial daño. Es un proceso espontáneo e inmediato que permite realizar estimaciones o juicios acerca de situaciones en función de la información que la persona selecciona y procesa.

La percepción de riesgos es uno de los principales factores que hay que evaluar para reducir los accidentes laborales. Tiene, además, un importante componente subjetivo contra el que hay que luchar. Subestimarlo es peligroso. Es muy importante que el trabajador esté informado y tenga conocimientos de a lo que se expone si no toma medidas preventivas, lo mismo que es primordial que sepa los daños que puede sufrir. El uso de medidas preventivas también influye favorablemente en la consideración de un acto como más o menos peligroso

La percepción del riesgo es un acto subjetivo individual y por lo tanto influenciado por situaciones y experiencias del sujeto como pueden ser:
  • ·         Edad
  • ·         Nivel de formación
  • ·         Experiencia en el puesto de trabajo
  • ·         Haber sufrido o no accidentes
  • ·         Creencias previas
  • ·         Aspectos sociales


Esto conduce a una percepción de riesgo variable en cada individuo y por ello las situaciones son valoradas de distinta manera por cada sujeto. La percepción que tienen las personas de sufrir un accidente es crucial a la hora de explicar por qué los individuos se implican en la realización de conductas en las que su salud puede verse seriamente afectada.

Los estudios empíricos existentes hasta el momento que abarcan las conductas de riesgo y su percepción, independientemente de que utilicen una perspectiva global de la salud o se centren en enfermedades concretas (por ejemplo enfermedades como el SIDA, la Hepatitis o la Tuberculosis), coinciden en la necesidad de investigar bajo los marcos teóricos psicosociales del Modelo de Creencias de Salud (MCS) de Maiman y Becker y la Teoría de la Acción Razonada (TAR) de Fishbein y Azjen, encuadrados ambos dentro de un enfoque eminentemente cognitivo

En primer lugar, el MCS propone una explicación de las conductas de carácter preventivo en función de la amenaza percibida y de las creencias en cuanto a la relación entre los costes que supone llevar a cabo la conducta y los beneficios que de ella se derivarán (probabilidad de acción en función de la eficiencia percibida). Al mismo tiempo, la amenaza percibida depende de la susceptibilidad percibida que la persona tiene de la enfermedad o acontecimiento peligroso y de la gravedad percibida de las consecuencias de sufrir dicha enfermedad (o en su caso accidente laboral). A su vez, existen una serie de claves para la acción que actúan a modo de factores modificantes de la conducta, sirviendo de mediadores que incitan o no la conducta saludable; dichas claves pueden provenir de fuentes tanto internas como externas. Por último, los factores demográficos, de personalidad, estructurales y sociales inciden en la probabilidad de ejecutar la acción saludable a través de las creencias y percepciones subjetivas de las personas.

En lo que respecta al TAR, aunque incluye nuevos elementos sociales superadores del modelo anterior, los factores cognitivos siguen jugando un papel relevante en la explicación de la conducta preventiva. Por ello, su eje central es la consideración de las personas como seres racionales que procesan la información y donde la intención se convierte en el factor antecedente de la realización o no de la conducta preventiva. Es decir, que para que el trabajador de la construcción tome medidas preventivas adecuadas (como ponerse el casco en la obra) es preciso que tenga intención de hacerlo.

En un segundo nivel, los determinantes de dicha intención vendrían explicados por la actitud hacia la conducta, es decir, la valoración positiva o negativa que se hace de la misma, y por la norma subjetiva o la creencia acerca de la existencia de presiones sociales percibidas para ejecutar dichas conductas. En definitiva, la intención de ponerse el casco depende de un factor estrictamente personal relativo a la evaluación que el obrero hace de la conducta y de un factor de naturaleza social ligado a las presiones de otras personas relevantes para que lleve a cabo dicha conducta (por ejemplo, su jefe o encargado). 

Del mismo modo, la actitud positiva hacia la conducta preventiva está en función de las creencias que el trabajador tiene sobre los resultados satisfactorios que se derivarán de su conducta y la valoración positiva de tales resultados. Por su parte, la norma subjetiva está en función de las creencias del individuo acerca de lo que otras personas significativas piensan sobre la realización de la conducta preventiva y de la motivación del sujeto para cumplir con dichas personas. Es decir, si el trabajador cree que su encargado o jefe piensa que debería ponerse el casco, percibirá una presión social para hacerlo (si es que se siente comprometido de alguna forma con su superior). Para finalizar, existen una serie de variables externas (sociodemográficas, rasgos de personalidad, etc.) que no constituyen una parte fundamental del modelo, aunque pueden incidir de manera indirecta sobre la ejecución de la conducta preventiva.

Una concepción del riesgo es la consideración de éste como un factor objetivo. Sin embargo, es de mayor interés la consideración del riesgo como un elemento subjetivo, dado que en él se conjuga no sólo el peligro real, sino también la percepción y valoración que el individuo hace de la situación peligrosa.

La percepción del riesgo adquiere pues un rol fundamental en algunos de los modelos explicativos del comportamiento preventivo desarrollados en el ámbito de la Psicología social como el MCS o el TAR, perfectamente aplicables al ámbito de la seguridad y salud laboral, aunque caracterizados por una excesiva racionalidad.

El trabajador, según los planteamientos cognitivos expuestos, cuando se ve inmerso en situaciones amenazantes ejecuta conductas con el objetivo de reducir el riesgo que dichas situaciones conllevan. En otras palabras, el individuo se convierte en un tomador de decisiones consciente y racional dentro de su ámbito laboral, con el fin de atajar el peligro que pueda surgir en dicho contexto. Sin embargo, en el comportamiento arriesgado existen también factores de naturaleza psicosocial que es preciso tener en cuenta con el fin de superar la creencia de que la persona es un ser meramente cognitivo.

Así, es necesario considerar al individuo como un ser que interactúa con su medio -con todo lo que esto implica-, por lo que sus creencias, percepciones y cogniciones estarán mediatizadas por los factores del propio contexto laboral. Como consecuencia, los programas en prevención de riesgos laborales destinados a lograr la modificación del comportamiento arriesgado en el trabajador han de tener en cuenta, además de los aspectos cognitivos señalados (información, conocimientos, etc.), ciertos factores de índole psicosocial (actitudes, normas, hábitos de conducta, etc.) que modulan las percepciones acerca del riesgo, así como variables más macro sociales relativas a la mejora del entorno laboral. De esta manera, sólo así conseguiremos fomentar los hábitos y conductas preventivas que nos permitan alcanzar la deseada cultura de prevención.

 Bibliografía



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