¿Qué
se entiende como percepción del riesgo?
La percepción es un proceso abiertamente cognitivo, de
carácter espontáneo e inmediato, que permite realizar estimaciones o juicios
más o menos básicos, acerca de situaciones, personas u objetos, en función de
la información que inicialmente selecciona y posteriormente procesa la persona.
Sin
embargo, pueden aparecer factores de diversa índole que alteren la percepción
de una situación, provocando que las inferencias perceptivas de unas personas
difícilmente coincidan con las de otras, es decir, las situaciones suelen ser
del color del cristal que configuran sus creencias, sus estereotipos, sus
actitudes, sus motivaciones, etc. Por tanto, a la hora de hablar de actividades
de riesgo es inevitable tomar a las personas como seres básicamente cognitivos
que buscan y procesan racionalmente la información, por ello, no es de extrañar
que las posibles explicaciones a las conductas de riesgo pongan el énfasis en
los mecanismos cognitivos que caracterizan a las personas.
En
este ámbito, la psicología social ha tenido un especial interés en el
desarrollo de investigaciones que permitan establecer las posibles
consecuencias que sobre la salud tienen ciertas prácticas de riesgo, además de
indagar los motivos para hacer algo peligroso al sentir una atracción difícil
de controlar o el hecho de que seamos excesivamente optimistas en relación a
determinados acontecimientos ignorando su riesgo.
Este
optimismo exagerado y obcecado en relación a eventos negativos se denomina
ilusión de invulnerabilidad, y el sesgo perceptivo positivo que realiza el
individuo respecto a sí mismo y su entorno social se conoce como optimismo
ilusorio. Ésta es una cuestión interesante, ya que difícilmente un trabajador
tomará medidas preventivas por motu propio si no se percibe como sujeto
vulnerable.
Podemos definir percepción
del riesgo como la habilidad de detectar, identificar y reaccionar
ante una situación de potencial daño. Es un proceso espontáneo e inmediato que
permite realizar estimaciones o juicios acerca de situaciones en función de la
información que la persona selecciona y procesa.
La percepción de riesgos es
uno de los principales factores que hay que evaluar para reducir los accidentes laborales.
Tiene, además, un importante componente subjetivo contra el que hay que luchar.
Subestimarlo es peligroso. Es muy importante que el trabajador esté informado y tenga conocimientos
de a lo que se expone si no toma medidas preventivas, lo mismo que es
primordial que sepa los daños que puede sufrir. El uso de medidas preventivas
también influye favorablemente en la consideración de un acto como más o menos
peligroso
La percepción del riesgo es un acto
subjetivo individual y por lo tanto influenciado por situaciones y experiencias
del sujeto como pueden ser:
- ·
Edad
- ·
Nivel
de formación
- ·
Experiencia
en el puesto de trabajo
- ·
Haber
sufrido o no accidentes
- ·
Creencias
previas
- ·
Aspectos
sociales
Esto conduce a una percepción de riesgo
variable en cada individuo y por ello las situaciones son valoradas de distinta
manera por cada sujeto. La
percepción que tienen las personas de sufrir un accidente es crucial a la hora
de explicar por qué los individuos se implican en la realización de conductas
en las que su salud puede verse seriamente afectada.
Los
estudios empíricos existentes hasta el momento que abarcan las conductas de
riesgo y su percepción, independientemente de que utilicen una perspectiva
global de la salud o se centren en enfermedades concretas (por ejemplo enfermedades
como el SIDA, la Hepatitis o la Tuberculosis), coinciden en la necesidad de
investigar bajo los marcos teóricos psicosociales del Modelo de Creencias de
Salud (MCS) de Maiman y Becker y la Teoría de la Acción Razonada (TAR) de
Fishbein y Azjen, encuadrados ambos dentro de un enfoque eminentemente
cognitivo
En primer lugar, el MCS propone una explicación de las
conductas de carácter preventivo en función de la amenaza percibida y de las
creencias en cuanto a la relación entre los costes que supone llevar a cabo la
conducta y los beneficios que de ella se derivarán (probabilidad de acción en
función de la eficiencia percibida). Al mismo tiempo, la amenaza percibida
depende de la susceptibilidad percibida que la persona tiene de la enfermedad o
acontecimiento peligroso y de la gravedad percibida de las consecuencias de
sufrir dicha enfermedad (o en su caso accidente laboral). A su vez, existen una
serie de claves para la acción que actúan a modo de factores modificantes de la
conducta, sirviendo de mediadores que incitan o no la conducta saludable;
dichas claves pueden provenir de fuentes tanto internas como externas. Por
último, los factores demográficos, de personalidad, estructurales y sociales
inciden en la probabilidad de ejecutar la acción saludable a través de las
creencias y percepciones subjetivas de las personas.
En lo que respecta al TAR, aunque incluye nuevos elementos
sociales superadores del modelo anterior, los factores cognitivos siguen
jugando un papel relevante en la explicación de la conducta preventiva. Por
ello, su eje central es la consideración de las personas como seres racionales
que procesan la información y donde la intención se convierte en el factor
antecedente de la realización o no de la conducta preventiva. Es decir, que
para que el trabajador de la construcción tome medidas preventivas adecuadas
(como ponerse el casco en la obra) es preciso que tenga intención de hacerlo.
En
un segundo nivel, los determinantes de dicha intención vendrían explicados por
la actitud hacia la conducta, es decir, la valoración positiva o negativa que
se hace de la misma, y por la norma subjetiva o la creencia acerca de la
existencia de presiones sociales percibidas para ejecutar dichas conductas. En
definitiva, la intención de ponerse el casco depende de un factor estrictamente
personal relativo a la evaluación que el obrero hace de la conducta y de un
factor de naturaleza social ligado a las presiones de otras personas relevantes
para que lleve a cabo dicha conducta (por ejemplo, su jefe o encargado).
Del
mismo modo, la actitud positiva hacia la conducta preventiva está en función de
las creencias que el trabajador tiene sobre los resultados satisfactorios que
se derivarán de su conducta y la valoración positiva de tales resultados. Por
su parte, la norma subjetiva está en función de las creencias del individuo
acerca de lo que otras personas significativas piensan sobre la realización de
la conducta preventiva y de la motivación del sujeto para cumplir con dichas
personas. Es decir, si el trabajador cree que su encargado o jefe piensa que
debería ponerse el casco, percibirá una presión social para hacerlo (si es que
se siente comprometido de alguna forma con su superior). Para finalizar,
existen una serie de variables externas (sociodemográficas, rasgos de personalidad,
etc.) que no constituyen una parte fundamental del modelo, aunque pueden
incidir de manera indirecta sobre la ejecución de la conducta preventiva.
Una concepción del riesgo es la consideración de éste como
un factor objetivo. Sin embargo, es de mayor interés la consideración del
riesgo como un elemento subjetivo, dado que en él se conjuga no sólo el peligro
real, sino también la percepción y valoración que el individuo hace de la situación
peligrosa.
La
percepción del riesgo adquiere pues un rol fundamental en algunos de los
modelos explicativos del comportamiento preventivo desarrollados en el ámbito
de la Psicología social como el MCS o el TAR, perfectamente aplicables al
ámbito de la seguridad y salud laboral, aunque caracterizados por una excesiva racionalidad.
El
trabajador, según los planteamientos cognitivos expuestos, cuando se ve inmerso
en situaciones amenazantes ejecuta conductas con el objetivo de reducir el
riesgo que dichas situaciones conllevan. En otras palabras, el individuo se
convierte en un tomador de decisiones consciente y racional dentro de su ámbito
laboral, con el fin de atajar el peligro que pueda surgir en dicho contexto.
Sin embargo, en el comportamiento arriesgado existen también factores de
naturaleza psicosocial que es preciso tener en cuenta con el fin de superar la creencia
de que la persona es un ser meramente cognitivo.
Así,
es necesario considerar al individuo como un ser que interactúa con su medio
-con todo lo que esto implica-, por lo que sus creencias, percepciones y
cogniciones estarán mediatizadas por los factores del propio contexto laboral.
Como consecuencia, los programas en prevención de riesgos laborales destinados
a lograr la modificación del comportamiento arriesgado en el trabajador han de
tener en cuenta, además de los aspectos cognitivos señalados (información,
conocimientos, etc.), ciertos factores de índole psicosocial (actitudes,
normas, hábitos de conducta, etc.) que modulan las percepciones acerca del
riesgo, así como variables más macro sociales relativas a la mejora del entorno
laboral. De esta manera, sólo así conseguiremos fomentar los hábitos y
conductas preventivas que nos permitan alcanzar la deseada cultura de
prevención.
Bibliografía
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