jueves, 3 de octubre de 2019

¿Qué se entiende como percepción del riesgo?


¿Qué se entiende como percepción del riesgo?

La percepción es un proceso abiertamente cognitivo, de carácter espontáneo e inmediato, que permite realizar estimaciones o juicios más o menos básicos, acerca de situaciones, personas u objetos, en función de la información que inicialmente selecciona y posteriormente procesa la persona.

Sin embargo, pueden aparecer factores de diversa índole que alteren la percepción de una situación, provocando que las inferencias perceptivas de unas personas difícilmente coincidan con las de otras, es decir, las situaciones suelen ser del color del cristal que configuran sus creencias, sus estereotipos, sus actitudes, sus motivaciones, etc. Por tanto, a la hora de hablar de actividades de riesgo es inevitable tomar a las personas como seres básicamente cognitivos que buscan y procesan racionalmente la información, por ello, no es de extrañar que las posibles explicaciones a las conductas de riesgo pongan el énfasis en los mecanismos cognitivos que caracterizan a las personas.

En este ámbito, la psicología social ha tenido un especial interés en el desarrollo de investigaciones que permitan establecer las posibles consecuencias que sobre la salud tienen ciertas prácticas de riesgo, además de indagar los motivos para hacer algo peligroso al sentir una atracción difícil de controlar o el hecho de que seamos excesivamente optimistas en relación a determinados acontecimientos ignorando su riesgo.

Este optimismo exagerado y obcecado en relación a eventos negativos se denomina ilusión de invulnerabilidad, y el sesgo perceptivo positivo que realiza el individuo respecto a sí mismo y su entorno social se conoce como optimismo ilusorio. Ésta es una cuestión interesante, ya que difícilmente un trabajador tomará medidas preventivas por motu propio si no se percibe como sujeto vulnerable.

Podemos definir percepción del riesgo como la habilidad de detectar, identificar y reaccionar ante una situación de potencial daño. Es un proceso espontáneo e inmediato que permite realizar estimaciones o juicios acerca de situaciones en función de la información que la persona selecciona y procesa.

La percepción de riesgos es uno de los principales factores que hay que evaluar para reducir los accidentes laborales. Tiene, además, un importante componente subjetivo contra el que hay que luchar. Subestimarlo es peligroso. Es muy importante que el trabajador esté informado y tenga conocimientos de a lo que se expone si no toma medidas preventivas, lo mismo que es primordial que sepa los daños que puede sufrir. El uso de medidas preventivas también influye favorablemente en la consideración de un acto como más o menos peligroso

La percepción del riesgo es un acto subjetivo individual y por lo tanto influenciado por situaciones y experiencias del sujeto como pueden ser:
  • ·         Edad
  • ·         Nivel de formación
  • ·         Experiencia en el puesto de trabajo
  • ·         Haber sufrido o no accidentes
  • ·         Creencias previas
  • ·         Aspectos sociales


Esto conduce a una percepción de riesgo variable en cada individuo y por ello las situaciones son valoradas de distinta manera por cada sujeto. La percepción que tienen las personas de sufrir un accidente es crucial a la hora de explicar por qué los individuos se implican en la realización de conductas en las que su salud puede verse seriamente afectada.

Los estudios empíricos existentes hasta el momento que abarcan las conductas de riesgo y su percepción, independientemente de que utilicen una perspectiva global de la salud o se centren en enfermedades concretas (por ejemplo enfermedades como el SIDA, la Hepatitis o la Tuberculosis), coinciden en la necesidad de investigar bajo los marcos teóricos psicosociales del Modelo de Creencias de Salud (MCS) de Maiman y Becker y la Teoría de la Acción Razonada (TAR) de Fishbein y Azjen, encuadrados ambos dentro de un enfoque eminentemente cognitivo

En primer lugar, el MCS propone una explicación de las conductas de carácter preventivo en función de la amenaza percibida y de las creencias en cuanto a la relación entre los costes que supone llevar a cabo la conducta y los beneficios que de ella se derivarán (probabilidad de acción en función de la eficiencia percibida). Al mismo tiempo, la amenaza percibida depende de la susceptibilidad percibida que la persona tiene de la enfermedad o acontecimiento peligroso y de la gravedad percibida de las consecuencias de sufrir dicha enfermedad (o en su caso accidente laboral). A su vez, existen una serie de claves para la acción que actúan a modo de factores modificantes de la conducta, sirviendo de mediadores que incitan o no la conducta saludable; dichas claves pueden provenir de fuentes tanto internas como externas. Por último, los factores demográficos, de personalidad, estructurales y sociales inciden en la probabilidad de ejecutar la acción saludable a través de las creencias y percepciones subjetivas de las personas.

En lo que respecta al TAR, aunque incluye nuevos elementos sociales superadores del modelo anterior, los factores cognitivos siguen jugando un papel relevante en la explicación de la conducta preventiva. Por ello, su eje central es la consideración de las personas como seres racionales que procesan la información y donde la intención se convierte en el factor antecedente de la realización o no de la conducta preventiva. Es decir, que para que el trabajador de la construcción tome medidas preventivas adecuadas (como ponerse el casco en la obra) es preciso que tenga intención de hacerlo.

En un segundo nivel, los determinantes de dicha intención vendrían explicados por la actitud hacia la conducta, es decir, la valoración positiva o negativa que se hace de la misma, y por la norma subjetiva o la creencia acerca de la existencia de presiones sociales percibidas para ejecutar dichas conductas. En definitiva, la intención de ponerse el casco depende de un factor estrictamente personal relativo a la evaluación que el obrero hace de la conducta y de un factor de naturaleza social ligado a las presiones de otras personas relevantes para que lleve a cabo dicha conducta (por ejemplo, su jefe o encargado). 

Del mismo modo, la actitud positiva hacia la conducta preventiva está en función de las creencias que el trabajador tiene sobre los resultados satisfactorios que se derivarán de su conducta y la valoración positiva de tales resultados. Por su parte, la norma subjetiva está en función de las creencias del individuo acerca de lo que otras personas significativas piensan sobre la realización de la conducta preventiva y de la motivación del sujeto para cumplir con dichas personas. Es decir, si el trabajador cree que su encargado o jefe piensa que debería ponerse el casco, percibirá una presión social para hacerlo (si es que se siente comprometido de alguna forma con su superior). Para finalizar, existen una serie de variables externas (sociodemográficas, rasgos de personalidad, etc.) que no constituyen una parte fundamental del modelo, aunque pueden incidir de manera indirecta sobre la ejecución de la conducta preventiva.

Una concepción del riesgo es la consideración de éste como un factor objetivo. Sin embargo, es de mayor interés la consideración del riesgo como un elemento subjetivo, dado que en él se conjuga no sólo el peligro real, sino también la percepción y valoración que el individuo hace de la situación peligrosa.

La percepción del riesgo adquiere pues un rol fundamental en algunos de los modelos explicativos del comportamiento preventivo desarrollados en el ámbito de la Psicología social como el MCS o el TAR, perfectamente aplicables al ámbito de la seguridad y salud laboral, aunque caracterizados por una excesiva racionalidad.

El trabajador, según los planteamientos cognitivos expuestos, cuando se ve inmerso en situaciones amenazantes ejecuta conductas con el objetivo de reducir el riesgo que dichas situaciones conllevan. En otras palabras, el individuo se convierte en un tomador de decisiones consciente y racional dentro de su ámbito laboral, con el fin de atajar el peligro que pueda surgir en dicho contexto. Sin embargo, en el comportamiento arriesgado existen también factores de naturaleza psicosocial que es preciso tener en cuenta con el fin de superar la creencia de que la persona es un ser meramente cognitivo.

Así, es necesario considerar al individuo como un ser que interactúa con su medio -con todo lo que esto implica-, por lo que sus creencias, percepciones y cogniciones estarán mediatizadas por los factores del propio contexto laboral. Como consecuencia, los programas en prevención de riesgos laborales destinados a lograr la modificación del comportamiento arriesgado en el trabajador han de tener en cuenta, además de los aspectos cognitivos señalados (información, conocimientos, etc.), ciertos factores de índole psicosocial (actitudes, normas, hábitos de conducta, etc.) que modulan las percepciones acerca del riesgo, así como variables más macro sociales relativas a la mejora del entorno laboral. De esta manera, sólo así conseguiremos fomentar los hábitos y conductas preventivas que nos permitan alcanzar la deseada cultura de prevención.

 Bibliografía



sábado, 28 de septiembre de 2019

¿Cuál es el papel de los bosques en el cambio climático?



¿Cuál es el papel de los bosques en el cambio climático?

Los bosques tienen una gran influencia sobre el cambio climático, principalmente por su capacidad de alterar el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera. Cuando los bosques crecen, absorben carbono presente en la atmósfera y este queda almacenado en la madera, las hojas y el suelo. Los bosques (al igual que los océanos) están considerados como "sumideros de carbono" por su capacidad de absorber y almacenar carbono durante largos periodos de tiempo. Éste carbono queda atrapado en los ecosistemas forestales, pero los incendios pueden hacer que el carbono vuelva de nuevo a la atmósfera. Para entender el ciclo mundial del carbono y, por lo tanto, el cambio climático, es importante cuantificar el importante papel que desempeñan los bosques en la absorción, el almacenamiento y la emisión del carbono.

Cuando los árboles se queman, liberan dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, que aumenta la temperatura de la Tierra. Para conocer la cantidad exacta de dióxido de carbono que se libera durante un incendio forestal, se han desarrollado herramientas de medición a partir de una pregunta fundamental: ¿por qué hay carbono en los árboles?
El carbono es un elemento que se encuentra en todas las estructuras que necesitan los seres vivos para vivir, crecer y reproducirse, es el elemento base de carbohidratosproteínas y ácidos nucleicos.

En el caso del ciclo del agua, el vapor de agua se evapora, forma las nubes y luego se condensa generando la lluvia. Este ciclo se repite constantemente sin que cambie la cantidad de agua en el planeta.

El carbono también tiene su ciclo. Sus átomos van formando parte de diferentes compuestos. La vegetación absorbe el carbono del dióxido de carbono y se combina con el agua en el proceso de fotosíntesis para sintetizar carbohidratos y otros compuestos. Éstos formaran parte de las hojas, frutos y de la propia corteza. En el proceso inverso, es decir la respiración, los carbohidratos son transformados en energía para las funciones vitales de las plantas liberando el dióxido de carbono a la atmósfera.


Los bosques fijan CO2 a través de la fotosíntesis y lo almacenan en su biomasa por lo que al disminuir la superficie de bosques se pierde el CO2 retenido en los sumideros de carbono ya existente y además se restringe la capacidad de absorber más carbono.

Muchos de los causantes de esta pérdida de carbono son:

  • Prácticas de uso de las tierras, los cambios en el uso de la tierra constituyen actualmente alrededor del 20% de las emisiones de dióxido de carbono antropogénico global (CO2).

  • La deforestación en las áreas tropicales, por ejemplo en el Perú se estima que se deforesta anualmente más de 200.000 hectáreas, y en el ámbito mundial en un periodo de diez años (1990-2000) se deforestó 132 millones de hectáreas de bosque.

  • Los frecuentes incendios forestales y quemas de carbón, los cuales liberan el carbono retenidos en los árboles.


Pero, ¿qué sucede con este carbono en los árboles? Los árboles pueden seguir creciendo y con ello almacenar más carbono del que liberan al respirar, por lo que son llamados “sumideros” de carbono. O por otro lado, pueden incendiarse y liberarlo como dióxido de carbono. Sin embargo, no sólo de carbono están hechos los árboles, también tienen otros elementos que sin embargo, no se consideran aquí, porque no influyen en el efecto invernadero que causa el cambio climático.

Se ha determinado que por cada tonelada de biomasa de un árbol, la mitad corresponde a carbono, lo que puede variar de una especie a otra. Por lo tanto, para saber la cantidad exacta de carbono en un bosque, es necesario medir los árboles, usar modelos para convertir estas medidas en biomasa y de acuerdo con esto determinar la cantidad de carbono que será liberado de regreso a la atmósfera. Esa liberación puede suceder en forma lenta por medio de la descomposición o, en forma rápida, si el bosque se quema.

Existe un acuerdo internacional que se conoce como REDD+, el cual exige a cada país generar un sistema de medición, reporte y verificación de emisiones de gases de efecto invernadero.

El objetivo principal de este sistema es proporcionar información precisa sobre la ganancia y pérdida de carbono en bosques por actividades humanas y disturbios naturales, tales como los incendios forestales. La calidad y cantidad de datos generados es muy importante, debido a que se emplearán para generar los reportes de cada país a las Naciones Unidas.

El volumen de madera en pie es una medida que refleja la cantidad de madera contenida en troncos y ramas de una superficie forestal o tierra boscosa determinada. Normalmente se mide en metros cúbicos sólidos (m3). Esta medida permite conocer los recursos forestales existentes, además de servir de base para estimar la cantidad de carbono almacenado. En todo el mundo se calcula que existen 434.000 millones de m3 de volumen de madera en pie, 30% de los cuales se encuentra en Sudamérica. A nivel mundial, el volumen de madera en pie ha descendido ligeramente aunque existen algunas diferencias regionales; mientras que África, Asia y Sudamérica presentan un ligero descenso, en Europa y América Central y del Norte su proporción ha aumentado ligeramente.

Las existencias de carbono hacen referencia a la cantidad de carbono que contienen los ecosistemas forestales del mundo, principalmente en la biomasa viva (44%) y en el suelo (46%), y en menor medida también en la madera muerta (6%) y en la hojarasca (4%). La cantidad de carbono retenido en una hectárea de bosque y la contribución relativa de las diferentes partes del ecosistema al volumen total de carbono almacenado varía de una región a la otra.


En conjunto, se calcula que los ecosistemas forestales del mundo almacenan alrededor de 638.000 millones de toneladas de carbono, es decir, más carbono que el que se puede encontrar en toda la atmósfera. La cantidad de carbono almacenada en los ecosistemas forestales está probablemente infravalorada, ya que faltan muchos datos sobre el carbono almacenado en el suelo de los grandes bosques boreales.

Entre 1990 y 2005 se produjo un descenso de la cantidad total de carbono almacenado en la biomasa viva, principalmente como consecuencia de descensos en el sur y sureste Asiático, en África Central y Occidental, y en Sudamérica. La cantidad de carbono almacenado en la biomasa viva permaneció relativamente estable en Oceanía y aumentó en Europa y en América Central y del Norte.
  
El problema se ha tornado cada vez más importante, por esto muchos países han tomado conciencia del efecto que producen con sus emisiones y se han comprometido a reducir sus emisiones, países como: la Unión Europea, como grupo, reducirá sus emisiones en 8%, con respecto a 1990; los Estados Unidos en 7%; Japón y Canadá en 6%.

Si no se empieza a tomar conciencia de la magnitud de los posibles efectos que este calentamiento podría traer consigo, es muy probable que la temperatura mundial en un periodo de 100 años puede elevarse de 1,5° a 5 °C lo cual con llevaría a desastres naturales inimaginables como la elevación de los océanos en 75 cm.

Los bosques juegan un papel importante en la moderación del flujo neto de algunos Gases de Efecto Invernadero (GEI) entre la tierra y la atmósfera y actúan como depósitos de almacenamiento de carbono en la biomasa y en el suelo. Actúan como sumideros de carbono cuando aumentan en área o productividad, lo que da como resultado una mayor absorción del dióxido de carbono atmosférico (CO2). Por otra parte, al quemarse actúan como una fuente de GEI al mismo tiempo que el deterioro de la biomasa o los cambios negativos en el suelo producen emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros.

Los cambios en el uso de la tierra (principalmente la deforestación en las áreas tropicales) constituyen actualmente alrededor del 20% de las emisiones de dióxido de carbono antropogénica global (CO2). Tomar decisiones adecuadas sobre el manejo de los bosques puede significar reducciones netas económicas de las emisiones de GEI, ya sea al disminuir la contribución de los bosques a las emisiones netas globales o al aumentar su importancia como sumideros de carbono. Al proporcionar materiales y combustibles renovables - reduciendo así la dependencia de los combustibles fósiles - y aun así manteniendo su rol como depósitos de carbono, los bosques pueden significar una contribución a largo plazo para mitigar el cambio climático.

Surge, por lo tanto, dos estrategias principales dentro de las actividades de uso de la tierra y bosques que pueden contribuir a controlar los niveles de CO2 en la atmósfera. La primera, es aumentar la captura de carbono al crear nuevos y mejores sumideros denominada "captura o fijación de carbono". En esta se incluyen actividades tales como, manejo de bosques para aumentar el crecimiento, forestación, restauración de bosques degradados y agroforestería. La segunda, es prevenir la liberación de carbono ya fijado, mediante la conservación de ecosistemas forestales, manejo forestal sostenible y protección contra incendios.

Efectuar plantaciones para ser utilizadas como sumideros de carbono podría promover la conversión de bosques secundarios e incluso primarios a plantaciones. Los cortos períodos de compromiso de cinco años podrían promover la generación de plantaciones de árboles de crecimiento rápido lo que no garantizaría inventarios de carbono sostenible.

Para cuantificar la contribución de los bosques a la reducción de las emisiones será necesario contabilizar las fuentes y sumideros de carbono a lo largo del tiempo y analizar de forma pormenorizada otros criterios ambientales y socioeconómicos que influyen en las decisiones de ordenación de los bosques.


Practicas forestales que ayudan a la disminución del COen la atmósfera:

  • Administración de la conservación: mantener el nivel existente de carbono en los bosques a través de la protección forestal, la conservación y la explotación sostenible; además de actividades para reducir la tasa de deforestación y degradación forestal y evitar las emisiones asociadas al dióxido de carbono (CO2).

  • Administración del almacenamiento: aumentar la absorción neta de (CO2) de la atmósfera a través del almacenamiento de carbono en los bosques y productos forestales, por medio de la expansión del área de los bosques, aumento del total de carbono almacenado por unidad de área mediante medidas silvícolas (por ejemplo, rotaciones más prolongadas, mayor densidad de repoblación de árboles, un menor impacto de la explotación forestal), y la extensión del período durante el cual la madera explotada permanece en uso.

  • Administración de substitución: substituir los combustibles fósiles por bioenergía obtenida de los bosques administrados en forma sostenible y utilizar los productos forestales en lugar de las alternativas de uso intensivo de energía (tales como el acero y el hormigón). El uso de biocombustibles explotados en forma sostenible produce un beneficio de CO2 cuando el crecimiento de la biomasa compensa las emisiones derivadas de la combustión de la biomasa y se evitan las emisiones producidas por la combustión de combustibles fósiles.




sábado, 21 de septiembre de 2019

La contaminación de los ríos y sus impactos en el mar y las zonas costeras.

La contaminación de los ríos y sus impactos en el mar y las zonas costeras.

Alrededor del 70%–75% de la contaminación marina global es producto de las actividades humanas que tienen lugar en la superficie terrestre. Un 90% de los contaminantes es transportado por los ríos al mar. Por otro lado, entre un 70% y 80% de la población mundial (aproximadamente 3.6 billones de personas) se ubica en las costas o cerca de ellas, especialmente en zonas urbanas, donde una parte importante de los desechos que allí se producen se deposita directamente en el océano. Como consecuencia, muchos ecosistemas críticos, algunos únicos en el mundo, tales como bosques de manglar, arrecifes coralinos, lagunas costeras y ecotonos, han sido alterados más allá de su capacidad de recuperación. 

A su vez, la modificación del cauce de los ríos que drenan al mar y la alteración del flujo del agua que escurre en dichos ríos, a causa de la construcción de represas, extracción de áridos o encauzamientos, también han afectado los ecosistemas marinos y ambientes asociados. Esto se debe a la reducción y/o al incremento de nutrientes, sedimentos y contaminantes, y a sus efectos en los patrones de movimiento y circulación de las aguas. Estas alteraciones afectan principalmente los estuarios, golfos y otros cuerpos acuosos que tienen limitado movimiento y renovación.

Las fuentes terrestres de contaminación de las franjas costeras y el mar deberían ocupar hoy una posición tan destacada en la temática ambiental como la tiene la preocupación por el cambio climático. Sin embargo, en la práctica esto aún no ocurre. La alteración y destrucción del hábitat, los efectos en la salud humana, la eutrofización, la disminución de las poblaciones de peces y otros recursos vivos, cambios en el flujo de sedimentos, son aspectos vinculados a las fuentes fijas y difusas de la contaminación producida por actividades que tienen lugar en tierra y que por el efecto de captación de agua que tienen las cuencas hidrográficas, generan efectos concentrados en las desembocaduras de los ríos en el mar y las zonas costeras aledañas. El caso más importante es el efecto de los contaminantes en las desembocaduras de los ríos Mississippi y Magdalena y en el mar Caribe. Las fuentes puntuales de contaminación en tierra representan aquellas actividades cuyos desechos son vertidos directamente a los cuerpos de agua receptores y el sitio de vertimiento es fácilmente distinguible. Las fuentes no puntuales de contaminación terrestre son conocidas como “fuentes difusas”, se generan por una gama amplia de actividades humanas en la que los contaminantes producidos por ellas, y contenidos en sus descargadas, no tienen un punto obvio de entrada a los cuerpos de agua receptoras.

Las principales fuentes fijas de contaminación corresponden a las plantas industriales, desechos municipales y sitios de extracción, explotación y construcción como excavaciones (explotación agrícola, aprovechamientos forestales, minería, etc.). Los contaminantes presentes en las fuentes industriales son por lo general nutrientes, metales pesados, compuestos orgánicos específicos, radionúclidos y propiedades físico–químicas específicas como son pH, salinidad, demanda de oxígeno, dureza, etc. Los componentes de los desechos son microorganismos patógenos, nutrientes y carbono orgánico y se encuentran combinados con aceites, grasas y productos químicos derivados de las industrias, los que entran en las corrientes de desechos domésticos a través de los sistemas de alcantarillado y la escorrentía pluvial. 

Los desechos industriales contienen además cantidades altas de materia orgánica provenientes de las plantas procesadoras de alimentos y bebidas y de la industria del cuero y de la madera. Otras actividades aumentan la descarga de sedimentos como los relaves mineros.

Las fuentes difusas más evidentes corresponden a la agricultura, por el uso de pesticidas e insecticidas, así como el aporte de residuos de insumos agrícolas y restos de vegetales y animales. Muchas veces se produce la contaminación de acuíferos. La actividad forestal intensiva, sobre todo de plantaciones, también es una fuente difusa de contaminantes y produce, al igual que la actividad agrícola, cargas de nutrientes, pesticidas y sedimentos. El principal efecto de estas actividades es el incremento en la movilización de sedimentos, nutrientes y material particulado

Los principales contaminantes y procesos que afectan negativamente la calidad del agua se muestran en el cuadro N° 1.


En las zonas cercanas a las costas hay un activo crecimiento industrial. Las franjas costeras, donde desembocan ríos o aflora agua subterránea son, en general, un mosaico complejo e interactivo de ecosistemas compuestos por humedales, lagunas costeras, marismas, manglares, tierras húmedas, hábitats de aguas dulces, estuarios y zonas ribereñas interconectados por canales y además son receptoras de material, agua dulce, sólidos disueltos, partículas y recursos vivos provenientes de los continentes.

Cerca del 90% de la contaminación producida al interior de los países es transportada por los ríos al mar. En las cuencas, la intensificación del uso agrícola del suelo, la ampliación de las fronteras agrícola y urbana y la consiguiente deforestación producen importantes cargas de nutrientes y sedimentos en las aguas costeras, que cuando exceden a la capacidad de carga de los ecosistemas se traducen en verdaderos problemas ambientales. La contaminación de las aguas costeras, la erosión costera, la pérdida de hábitat y de recursos son, entre otros, algunos de los principales problemas que se crean por contaminación de origen terrestre.

Efectos de la contaminación


En los ríos que desembocan en el mar se origina cerca del 80% de los contaminantes que afectan las franjas costeras. Los ríos tienen la particularidad de concentrar los contaminantes que captan en las cuencas algunos puntos clave en la costa marina, donde precisamente existen ecosistemas altamente sensibles para la reproducción de especies tanto de agua dulce como salada, como son los estuarios. Básicamente se produce alteración de las funciones ecológicas, reducción de la diversidad biológica, daño a los hábitats acuáticos y contaminación de los cauces bajos y en los ecosistemas marinos y efectos en la salud humana. La pérdida de especies (por estos efectos) es muy marcada.

A nivel global, un número muy importante de especies de flora y fauna están amenazadas especialmente a causa de la contaminación y por la pérdida del hábitat en zonas costeras. Se reporta que el 37%, de las especies de peces de agua dulce están en riesgo, al igual que el 67% de las especies de moluscos, así como el 52% de las especies de crustáceos y el 40% de los anfibios, y un número importante de especies de aves y vegetales.

Se informa que más del 50% de los humedales han desaparecido por la contaminación y otras formas de deterioro. La sedimentación en conjunto con el calentamiento del clima ha afectado seriamente, a nivel global, el 27% de los arrecifes de coral. El ingreso de nutrientes contenidos en las descargas municipales y los provenientes por la escorrentía agrícola han producido un incremento en la eutrofización de las aguas costeras y en algunos cuerpos de aguas dulces. El flujo a través de los ríos de los tres elementos esenciales de la producción biológica (carbono, nitrógeno y fósforo), muestra una concentración en las costas dos veces mayor que los valores en condiciones prístinas, lo que ha afectado el ciclo natural de estos elementos. La salud humana ha sido afectada fuertemente por la contaminación de franjas costeras.

El consumo de organismos costeros y de agua dulce proveniente de áreas contaminadas han producido, a nivel global, cerca de 2.5 millones de casos de hepatitis infecciosa, que resultan en 25.000 casos fatales y en un número similar de incapacidades por daño al hígado, con un impacto económico cercano a 10 billones de dólares anuales, sin mencionar epidemias de cólera. Otros usos como, la pesca, el turismo, la recreación resultan especialmente vulnerables. En condiciones “normales”, es decir, sin contaminación ni interrupciones de flujo por construcción de represas, los ríos son “responsables” del ingreso a las áreas costeras de cargas importantes de nutrientes y de sedimentos ricos en materia orgánica e inclusive de arena que mantiene las playas aledañas que permiten la presencia de pesquerías costeras y condicionan el desarrollo de ecosistemas de alta productividad biológica como son: manglares, marismas y lagunas costeras y otros humedales costeros.

La alteración del flujo de estas sustancias y sedimentos produce efectos negativos importantes en las propiedades y funciones de los ecosistemas costeros, en la biodiversidad, en la oceanografía costera, en la dinámica de las playas así como también en la abundancia y distribución de los recursos marinos vivos y de agua dulce. La causa común asociada con esta reducción en el flujo de agua y nutrientes y sedimentos es la fragmentación de los ríos mediante la construcción de embalses y otros tipos de obras hidráulicas incluyendo la diversificación de los cauces naturales y la canalización. El 60% de los 227 ríos más grandes del mundo están entre fuerte a moderadamente fragmentados por embalses. Ellos almacenan cerca del 90% del volumen total del flujo producido por esos ríos y representan cerca del 14% de la escorrentía mundial. Esta fragmentación, también afecta el patrón migratorio de muchas especies y abre el espacio para la introducción de especies exóticas. Los grandes embalses afectan, en promedio, el transporte de sedimentos por los ríos hasta distancias de 100 km. de la desembocadura. La retención de agua y sedimentos afecta la calidad del agua y disminuye la capacidad de autopurificación de los ríos. Las aguas pobres en oxígeno, vaciadas desde los embalses reducen la capacidad de los ríos para procesar los desechos hasta distancias a 100 kilómetros de las cuencas bajas

Los ingresos excesivos de sedimentos tienen efectos tan indeseables como los producidos por su disminución marcada. El transporte de cargas crónicas y elevadas de sedimentos al mar reduce el volumen de los estuarios y lagunas costeras, afectando no sólo la navegación sino que incrementan la vulnerabilidad de las costas frente a las tormentas y las mareas. Su reducción por otro lado afecta la estabilidad de las playas. También afecta el tamaño y distribución del hábitat de especies acuáticas importantes para el consumo humano, como son las lagunas salobres, manglares y corales, humedales costeros, entre otros. Afecta también la productividad primaria reduciéndola.

Los metales pesados y pesticidas y otros contaminantes que forman uniones químicas con las partículas de sedimento, pasan de la columna de agua a los sedimentos de fondo para ser acumulados y posteriormente liberados, generalmente en formas más toxicas o viables de ser tomados y con mayor rapidez por los organismos marinos.

La descomposición de la materia orgánica contenida en los sedimentos representa una
demanda de oxígeno la cual, cuando es combinada con la estratificación física, lleva a crear fondos anóxicos y a producir mortandad de peces (fish kills). La remineralización de los nutrientes en el fondo, durante los procesos de descomposición, hace del fondo marino una fuente continua o gradual y adicional de nutrientes, que podría inducir a la eutrofización de las aguas. La fauna bentónica puede ser cubierta con las partículas de sedimentos y desaparecer, afectando el reclutamiento de especies. Se conoce que en los grandes ríos sólo una parte de los sedimentos producidos en sus cuencas altas llega al mar, el resto permanece almacenado o es depositado, ya sea temporal o permanentemente, en los planos de inundación de dichos ríos. Los pequeños ríos de carácter torrencial, tienen por lo general limitados planos de inundación, por lo que una proporción grande de los sedimentos producidos y transportados, llega al mar.

Las áreas costeras donde desembocan los ríos en el mar (deltas y estuarios), son muy importantes para definir las características de las aguas costeras. Debido a las diferencias de densidades, el agua dulce flota sobre el agua de mar contribuyendo con la estratificación de las aguas costeras. La estratificación es un mecanismo importante a considerar en la gestión de la contaminación de las aguas costeras ya que se relaciona con la permanencia y distribución de la contaminación en estas aguas.

Contaminación marina de origen terrestre


El panorama de la contaminación hídrica en América Latina y el Caribe está dominado por las descargas municipales de origen doméstico e industrial, seguido de las mineras. Ellas constituyen una mezcla muy variada de sustancias y compuestos que representan entre el 90%–95% de la contaminación que llega indirectamente a las áreas costeras y se estima que apenas el 2% de las descargas reciben tratamiento.

Del total de la contaminación costera de la región que descarga directamente al mar, el 5% al 7% está formada por fuentes municipales, de ellas sólo un 1% recibe tratamiento. En el Caribe, entre un 80%–90% de las aguas residuales descargan al mar sin tratamiento. La carga anual estimada de contaminantes en las áreas costeras es de 506.482 ton/año DBO3 de las cuales, el Golfo de México y el Sur del Caribe contribuyen respectivamente con 260.000 y 110.000 t/año DBO. En el Pacífico Nordeste (Colombia, Panamá, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México), el volumen total de desechos, estimados en términos de población equivalente es de 1.172 millones m3/año, con una carga contaminante de DBO mayor de 3 millones t/año. La Demanda Química de Oxígeno DQO asociada a esas descargas se reportan en el orden de 760.009 t/año y, la de sólidos suspendidos (SS), en 365.728 t/año. Ingresan también al mar con estas descargas, 6. 239,5 t/año de Nitrógeno y 51.476 t/año de fósforo.

En el Pacífico Sudeste (Colombia, Chile, Perú, Ecuador y Panamá), ingresa al mar una descarga de 1.359 641x103 m3/año de desechos líquidos con una carga contaminante de 1.761.944 t/año de DBO y de 818.872 t/año de DQO. También ingresan con esas descargas 414.934 t de sólidos suspendidos (SS), 55.266 t/año de nitrógeno y 6.654 t/año de fósforo.

En la costa de Brasil en el Atlántico Suroccidental Superior (Brasil, Uruguay y Argentina) se estima un ingreso de un volumen de desechos líquidos sin tratamiento, de 145 m3/seg, con una carga de DBO de 3.655 t/día provenientes de los grandes centros urbanos ubicados en la costa.

En Uruguay, las ciudades de Montevideo, Punta del Este, Piriápolis, Colonia del Sacramento, se ubican sobre el litoral marino o sobre el río de La Plata y descargan directamente al mar. Una parte de los efluentes líquidos de Montevideo se descargan al río La Plata a través de un emisario, con un gasto de 1.000 l/s. En Nicaragua, el volumen de aguas residuales generado hacia la Costa Pacífica es del orden de 67.4 millones de m3/año. (Únicamente 6 millones de m3/año son tratados y el resto es evacuado a los sistemas naturales sin tratamiento).

No existen actualmente estimativos, ni catastros regionales consolidados que informen sobre las descargas de contaminantes a los cuerpos de agua que drenan al mar, pero se conoce que la principal fuente de contaminación corresponde a las descargas municipales que ingresan al mar a través de los ríos y por emisarios submarinos directos. Contribuyen con esta fuente los drenajes pluviales, que son transportados

La actividad agrícola utiliza un promedio cercano al 70% de todas las fuentes de suministro de agua y ha sido reconocida como una de las principales fuentes difusas de contaminación de las aguas dulces, estuarinas y costeras. Existen formas variadas de contaminación por esta fuente difusa que finalmente concentra sus efectos nocivos en las desembocaduras de los ríos en el mar.

Todas las fuentes causan contaminación por la descarga de contaminantes agrícolas y sedimentos a las aguas superficiales y subterráneas por efecto de la escorrentía que erosiona y causa pérdidas netas de suelo.

También la contaminación se origina por el uso de aguas servidas en el riego. Ello transmite enfermedades a los consumidores de productos agrícolas, irrigados con estas aguas. La industria agro–procesadora de productos agrícolas es también una fuente importante de contaminación orgánica. La actividad agropecuaria es una fuente de contaminación en crecimiento. Es responsable de la introducción de fertilizantes (nutrientes), pesticidas y sedimentos a las aguas costeras a través de los ríos. Las alteraciones de la cubierta vegetal y la corteza terrestre es la principal fuente de introducción de sedimentos a los ríos por acción humana. Se estima que cerca del 80% de los sedimentos finos que llegan a las aguas superficiales, son movilizados por prácticas agrícolas y cambios en la cobertura vegetal.

Las diversas formas de explotación minera constituyen una fuente de contaminación que, en ocasiones, puede llegar a niveles significativos. Dependiendo de los métodos, equipos, minerales, volúmenes y disposición de los materiales estériles o relaves, afectan el suelo, el aire y el agua, por separado o en forma combinada.

El agua es el receptor último de todos los agentes físico–químicos que se distribuyen por el aire o sobre el suelo. En muchas ocasiones es también objeto de descargas directas de los desechos producidos durante la explotación o de los producidos por ésta, más los que se generan durante los procesos de beneficio: transporte, trituración, molienda, fundición o refinación. De esta manera cuerpos de aguas corrientes y por supuesto las zonas de encuentro entre las aguas terrestres y el mar, son afectados por la industria extractiva.

Al agua concurren sedimentos inertes y muy estables en términos químicos transportados en tamaños de grano muy variables: desde tamaño limo, hasta arenisca fina, por el viento y depositados por gravedad, también productos tales como metales pesados, mercurio, cianuro, aguas ácidas, sulfatos, carbonatos.

Elementos como el mercurio son característicos de zonas de minería artesanal y de sobrevivencia, tales como en la costa pacífica colombiana, en el sector de Zaruma y Portobelo en el Ecuador y en la Sierra Peruana. Datos empíricos hablaban desde hace diez años de un considerable tonelaje de cianuro que se vierte en Bolivia y Perú sobre los ríos de la cuenca Amazónica, por productores de oro. Este mineral, cuando es explotado mediante el uso de dragas o de monitores, aporta considerables cantidades de sólidos en suspensión, que de manera irremediable van a terminar en las zonas costeras. Ello se suma a los cambios en la morfología del cauce y por supuesto en su nivel de base. En el Perú, mediciones efectuadas sobre el Río Rimac han determinado que este cauce recibe 26.3 millones de metros cúbicos al año, provenientes de 26 sitios de descarga, sin contar por supuesto, los aportes aguas arriba de origen andrógeno, industria manufacturera, agricultura y otros.

Mención especial debe hacerse del caso de las plantas fundidoras y refinadoras, que contaminan los cuerpos de agua tanto por vía aérea, con la dispersión de los humos y de los vapores sulfurosos, como por descarga directa, tanto a los cauces como al mar.

Una vez depositados los contaminantes en el mar, estos afectan de diversas formas: cambian la luminosidad de las aguas, alteran la temperatura, acidifican las aguas, con lo cual alteran el ciclo biológico y por ende el ecosistema. No se puede olvidar que los aportes contaminantes son vertidos tanto en forma de solución como en suspensión, esta última permite una separación y manejo.

Asimismo, es necesario precisar, que no siempre todos los efectos son de origen antrópico, la hidráulica de los cursos de agua, tiene una energía que arrastra de manera natural sedimentos y lixiviaciones de elementos metálicos; un claro ejemplo de esto es la presencia de arsénico en el norte de Chile, que de manera natural va a terminar en el mar, sin intervención humana

La mayor parte de los efluentes industriales que ocurren en la región son descargados a las redes de alcantarillado municipal y transportado a los ríos que drenan al mar u otros cuerpos de agua en conjunto con los desechos domésticos. En la región la contaminación de las aguas superficiales por la actividad industrial está dominada por las industrias de alimentos y bebidas, seguida por la de pulpa y papel y por la industria química y farmacéutica.

 Procesos de sedimentación

El 80% de los sedimentos transportados por el flujo de los ríos son almacenados en las playas y aguas marinas someras y el 20% restante llega a éstas por acción del viento, volcanes, etc.

Los cambios en el flujo de sedimentos al mar ya sea por acciones antropogénicas o por causas naturales producen efectos en la morfología costera y en los ecosistemas y recursos vivos, en un rango desde moderado a profundo. Suministros crónicos de sedimentos mayores de 10 mg/cm2/día son considerados como “altos”.

La erosión a lo largo de las franjas costeras es uno de estos cambios. Aproximadamente el 60% de las playas del mundo han sido erosionadas por una acción combinada de disminución del suministro de sedimentos e incremento del nivel del mar. A la inversa, y según las corrientes marinas prevalecientes, muchos sectores de costa se encuentran alterados por alta sedimentación, siendo la causa principal la elevada tasa de deforestación y la agricultura no ordenada o por el uso de prácticas agrícolas no adecuadas que originan procesos erosivos, en las cuencas hidrográficas.

Algunos ríos de la región transportan al mar cargas significativas de sedimentos que son depositadas en las partes bajas de las cuencas y en las franjas costeras. La crecida de muchos ríos lleva también a la acumulación de grandes cantidades de nutrientes en el delta y planicies de inundación. En general, la influencia del río sobre el mar, como es obvio, es más grande cuando el caudal es alto y puede ser muy localizada cuando la descarga es pequeña. En ambos casos, sin embargo, el encuentro entre agua dulce y agua salada crea condiciones muy especiales para la reproducción de una serie de especies vivientes.

En estos casos, los materiales suspendidos y los contaminantes trasportados por los ríos tienden a depositarse, en las desembocaduras, donde el agua dulce se encuentra con el agua de mar y en otras áreas donde la circulación se ve impedida. Se produce la alteración del hábitat y pérdida de ecosistemas, especialmente desecación de humedales, alteración y reducción del bosque de manglar, contaminación por sedimentos, cuyas partículas sirven de ligandos orgánicos a muchos contaminantes. La disminución marcada del ingreso de sedimentos por los ríos a las áreas costeras se traduce en un incremento en la erosión de la zona costera, un aumento en los procesos de sobrelavado (overwash), cambios en el perfil de playas, migración de islas barreras y un incremento en la susceptibilidad a las crecidas.

En la imagen se muestra las inundaciones en centros urbanos producto de la alteración de los cursos naturales de los ríos.  


 Aspectos sanitarios

A pesar de la abundancia en recursos de agua dulce que hay en la región, muchas veces ésta no es utilizable para consumo humano y de fauna y flora debido a su alta contaminación y otras formas de deterioro. Esta contaminación es debida en parte, a los niveles de urbanización, uso de tierras en las cuencas de captación de agua y a la ausencia de sistemas de tratamiento acordes con ese crecimiento. En la región, el vertimiento de desechos líquidos municipales a los ríos y lagos junto al reducido cubrimiento de los servicios sanitarios en algunos países ha abonado un clima favorable para la propagación de muchas enfermedades de transmisión hídrica y para la creación de situaciones de eutrofización.

En Colombia, el total consolidado de enfermedades asociadas a la mala calidad del agua ha sido reportado en 920.216 casos patológicos para 15 tipos diferentes de enfermedades, donde predominan el cólera, la tifoidea, el tifo y la enfermedad diarreica aguda.

Se han encontrado casos aislados de cólera asociados con precarias condiciones de vida, generalmente en las costas y riberas de los ríos principales. En México, la diarrea es una de las principales causas de mortalidad con 4 millones de casos en 1996 y en el Golfo de México, entre l995 y 1998, se presentó un número elevado de casos de cólera.

En Guatemala, de las diez principales causas de mortalidad en el país, el 50% son enfermedades relacionadas con el agua. En El Salvador, en primer lugar se ubican las enfermedades diarreicas y dentro de las 10 primeras las enfermedades parasitarias, la mayoría asociadas con la contaminación del agua.


Bibliografía:


viernes, 6 de septiembre de 2019

Gestión en seguridad y salud en el trabajo



Gestión en seguridad y salud en el trabajo
  
La adecuada gestión en seguridad y salud en el trabajo implica la identificación, valoración y control de los factores de riesgo en el ambiente laboral para la prevención de accidentes y enfermedades ocupacionales

Se deben identificar todos los peligros y factores de riesgo a que se encuentra expuesto el trabajador.


La valoración de un factor de riesgo consiste en la determinación cuantitativa del factor de riesgo y su comparación con un valor o un rango de valores considerados como aceptables. Si esta magnitud supera este valor o rango de valores el factor de riesgo está fuera de control.


Si un factor de riesgo está fuera de control se requiere implementar medidas como: Modificación de la fuente (ingeniería). Aislamiento de la fuente (ambiente). Disminuir el tiempo de exposición del trabajador (administrativas) o proteger al trabajador (uso de equipos de protección personal).


Una vez que se han implementado las medidas de control, se debe realizar el monitoreo periódico de la magnitud de los factores de riesgo con el fin de determinar si se encuentra dentro del rango considerado aceptable.